Mi podcast: ¿Y por qué no aquí?
jueves, 5 de junio de 2008
Adolescentes borrachos, copenhague desde el hotel
Christiania, free country
La siguiente visita era voluntaria, y como todo lo voluntario...sólo profesores y dos alumnos. Y menos mal. Nyhavn. Una maravilla. No se lo pierda. Antiguo puerto pesquero reconvertido en zona turística con cafés y paseos en barco. La arquitectura aquí merece mucho la pena. Las casas son de colores vivos porque se pintaron con los restos de pintura de los barcos pesqueros. Un apaño convertido en arte. Muy recomendable sentarse en una de las terrazas y disfrutar del pescado si hay hambre o de un helado si se va por el postre.
Ya por la tarde noche, una de las visitas más esperadas. Christiania. Este es un barrio con ley aparte. Era un antiguo cuartel que en los setenta fue okupado, con K, por un grupo de hippies que abogaban por la legalización de la marihuana. Y ahí siguen los mismos hippies. Un paseo por sus poco más de dos calles da impresión, incluso a quien ha pasado horas en el Cantarranas de Valladolid o la Malasaña de los 80 en Madrid. Nada más entrar a este pequeño gueto, un cartel enorme anuncia que los fotógrafos no son bienvenidos. No quieren ser bichos de zoo, y no quieren que los turistas vayan a hacer fotos de cómo se hacen porros. Comprensible. En este barrio se juntan jóvenes adolescentes porreros con viejos hippies pasados de rosca, al tiempo que niños jugando en los parques. Y marihuna. Mucha marihuna. En mi vida había visto pedruscos de hachís de tal calibre. Un hombre ofrecía a voz en grito dos piedras como puños. No pregunten por el precio o la calidad. Lo ignoro por completo. Pero a pesar de todo, nos contaron que esa es una de las zonas más seguras de todo Copenhague. ¿Por qué? Porque está rodeada de policías, claro. En Dinamarca la marihuana también es ilegal, pero hay una especie de ley no escrita que no entra en Christiania. Pero cuidado de salir de la zona delimitada con algo indebido. El registro es bastante probable. Y al salir, lo más gracioso. Un arco te despide con el lema "Usted está entrando en la Unión Europea".
Pero lo mejor de Christiania, el restaurante que se encuentra en su corazón. Spiseloppen. Una entrada digna de películas de terror. Con las paredes abarrotada no de graffitis, sino de pintadas. Uno se pregunta, ¿voy al sitio adecuado? Una vez entras, no se diferencia tanto de un restaurante corriente. Antes disponía de mesas alargadas para compartir cena con desconocidos, pero ahora también eso se ha abandonado y tú te sientas en tu mesa y pides tu menú. ¡Y qué menú! Spiseloppen es una cooperativa formada por ocho cocineros de ocho países diferentes, y cada día su menú es diferente, por eso te lo ofrecen en una fotocopia hecha a mano. A nosotros nos tocó chef francés, y los franceses tendrán sus cosas, pero los chefs son chefs. Yo pedí una perdiz, con ensalada de espinacas y queso feta, acompañado de mus de patata y ensalada tropical. Por unos 20 euros, una delicia para el paladar. Un sitio muy, muy recomendable.
martes, 3 de junio de 2008
Dinamarca, paraíso de la bicicleta
Las bicicletas son para el verano. Y para Dinamarca. Aquí estoy. En Copenhague. Con 22 adolescentes noruegos y otros dos profesores. Es curioso. Una preciosa capital européa. Con multitud de monumentos, museos, cafés, la Sirenita... y lo que más me llama la atención son las bicicletas. Es fascinante. Hay más bicicletas que coches. Y casi todas son las típicas bicis de paseo antiguas con cestillo delante y atrás. Conviene decir que hemos tenido mucha suerte con el tiempo, y hay unos 30 grados de día y casi 20 ahora que son las doce y media de la noche. Me pregunto cómo será cuando la nieve llegue hasta las orejas. No debe ser muy diferente, porque es algo que está en la cultura. Las calles están perfectamente acondicionadas para la bicicleta. Calles anchas, con carriles extras para los ciclistas. Ciclistas de todas las edades, clases sociales y pintejas. Con corbata, con minifalda, con crestas y con sombrero. También se pueden alquilar bicicletas por días. Veremos si mañana o pasado podemos hacer un “tour”.
Por lo demás, no ha dado mucho tiempo a más. Tuvimos un pequeño gran incidente que nos hizo llegar a nuestro destino con dos o tres horas de retraso sobre el horario previsto. Resulta que yo y mi Guía Campsa somos más efectivos que un chofer noruego y su GPS. Estaba obsesionado con coger un ferry, y no había tal ferry. Sólo había la opción de cruzar un puente-túnel de Suecia a Dinamarca. Que tras dos horas de rodéos fue al opción definitiva. El problema estaba en que el conductor había “oído” que el peaje del puente eran 40.000 pesetas para un bus, pero al final fueron poco más de 10.000 pts/500 DKK/60€. Y cruzamos el puente. Y vaya puente. Impresionante. Una increíble obra de ingeniería que se adentra en el mar y uno se pregunta cómo se sostendrá eso. A ambos lados, agua, mucho agua. Y muchos molinos de viento. No de los de Quijote, sino de los que dan dinero. Y cuando uno no para de asombrarse del puente...para abajo, de repente. El puente se convierte en túnel que va por debajo del mar los últimos 500 metros hasta entrar en tierras danesas. Una pocholada oiga. A uno de pueblo como yo le impresiona cualquier cosa quizás.