Mi podcast: ¿Y por qué no aquí?
jueves, 10 de julio de 2008
Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 4
Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 3
Ya hemos llegado. No diré lo que ya aburre. Bueno sí, lo digo. Una imagen impresionante. Nos encontramos un lago donde va a parar todo el hielo que se derrite del glaciar. El color del agua, como el de casi todo el agua que nos encontramos por el camino, tenía un tono turquesa muy especial, y que seguimos preguntandonos de dónde vendrá. Quizá de las rocas del fondo. Bueno, a pesar de que el sol pega, se puede entender que el hielo no se derrita rápidamente porque justo aquí el viento sopla de lo lindo. Mirad la foto y ved que mi cara no es de pose. En algunas épocas del año, es posible dar un paseo en una zodiac, que te acerca hasta el hielo del glaciar.
Pero a pesar de no haber zodiacs, yo no quería haber recorrido tanto para no tocar el hielo. Había dos cuerdas que "impedían" el paso, y un cartelito que ponía Stop, danger, pero yo hablo inglés cuando me apetece. Miré a lo lejos y ví que había dos personas junto al hielo, y di por hecho que tan difícil no debía ser. Así que me animé. Dejé a mi novia atrás, pues ella ya había tenido bastante y empecé a saltar piedras como las cabras. No es fácil, lo advierto. Tardé más de media hora en ir y volver, simplemente unos 300 metros. Pero llegué. Toqué el hielo y me llevé una piedra de recuerdo. Pensé en coger una bola de hielo, per me pareció un suvenir demasiado efímero. Me planteé el acercarme más o el andar sobre el hielo, pero en cuanto vi que caían unas cuantas piezas de hielo de la cima, entendí que no era una idea muy inteligente. Y nada más, foto hecha por mí mismo a brazo estirao y de vuelta. Al cruzar la valla, unos cuantos me vieron y les debí animar, porque al cabo de un rato, volví a mirar al glaciar y había por lo menos veinte personas sobre el hielo. Y para abajo. Se agradece.
Merece la pena el haber dormido en el camping, porque nos permite darnos una ducha después del paseo, y ante la tanda de kilómetros que nos esperan, se agradece.
Una vez cruzado el fiordo, se llega en seguida a la carretera E16, y giraremos a la izquierda en sentido Oslo. Unos kilómetros después habrá dos opciones. Seguir por la E16 o tomar la carretera numero 7 en sentido Hønefoss. Esta es la que tomamos nosotros por distintos motivos. A pesar de ser algo peor la carretera (la E16 a pesar de ser nacional tampoco es una maravilla), tiene menos kilómetros, y a pesar de tener que subir otra vez a los montes, se cruza por Hemsedal, el centro de esquí más importante de Noruega, con unos llanos en la cima del monte de impresión.
Llegamos a Hemsedal pueblo, tras un intento frustrado de buscar un restaurante abierto en la zona de esquí alpino, que lógicamente en julio parece una ciudad fantasma. No así lo que es el pueblo, pues esta es una fantástica zona de pesca, treking y paseos en bici, y hay un turismo veraniego bastante familiar. Llegamos a punto de que cerraran el último restaurante. Bueno, pizzería, no hay mucho restaurante por este país. Y celebré mi particular cumpleaños a base de pizza y la tarta fue el helado de browny acompañado de vengalitas. Muy mono.
Y ya es hora de dormir. Estamos agotados. En esta carretera hay bastantes campings en los que encontrar una cabaña para dormir, pero nosotros queríamos aprovechar la aventura al máximo y el Focus al limite. Y fuimos otra vez afortunados. Tras varios intentos frustrados, llegamos a un claro del bosque, junto al río, de nuevo con vistas a una cascada y con los restos de una hoguera que nos confirmaba que no eramos los únicos locos que habíamos acampado allí. Por cierto, si no estoy mal informado, en Noruega está permitido acampar en prácticamente todas partes. La única pega del lugar fue la increíble cantidad de mosquitos. Nos pusimos ropas que cubrían todo el cuerpo excepto los ojos, pero aún así pudieron atravesar los calcetines y picarnos unas cuantas veces. Echamos una partidita de chinchón en la mesa de camping, un par de tragos de vino del brik de 3 litros y a dormir. Hoy si pude dormir en el Focus.
miércoles, 9 de julio de 2008
Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 2
Son las tres de la tarde. Ni una tienda, bar o restaurante a dos mil metros de altura, y.... Otra vez un sitio idílico para almorzar. Al llegar a la cima del siguiente monte. ¡Geiranger a la vista! Allá al fondo, aún muy lejos, pero una foto fantástica. Además, tuvimos suerte, porque estaba atracado un crucero que venia de Italia que hacía un marco inmejorable. Al echar esta foto entendí algunas cosas. Cuando había vistos fotos de Geiranger, siempre había pensado que la gente había andado durante horas por la montaña para llegar a un buen sitio desde el que sacar la foto desde lo alto, pero no es así. Los noruegos son muy listos, y a pesar de ser carreteras muy malas, llegan a todas partes. Todas las fotos de los catálogos están tiradas desde sitios a los que se llega en coche. Así que no se preocupen los vagos. Si no se quiere, no hace falta andar y no meter en la maleta las botas de treking. (Ojo, esto no cuenta en el glaciar Briksdalen, allí más vale calzarse bien). Y repetimos la experiencia: Rebanada de pan, levepostei y a disfrutar de las vistas.
Después de dormir la siesta tumbados al sol (aquí me saqué yo el colorcito tan majo que se me ha "quedao"), empezamos la bajada a Geiranger. A medio camino, hay un mirador en el que resulta bastante complicado aparcar, y hay que tener cuidado. Y si hace un día tan bueno como el nuestro te puedes pegar una ducha en un cascada que te dejará refresco.
Y fotos, y más fotos. Cuando todas son tan bonitas, ¿cómo elegir? Siempre serán más bonitas cuando no aparezca yo en ella. Las vistas desde el mirador son las mejores de Geiranger.
Una vez en Geiranger, es impepinable no hacer un paseo en barco. El paseo dura hora y media y cuesta 130kr por persona. Ojo, porque el último servicio es las 17.00h. Noruega cierra pronto. Aunque a mí me impresionó más la vista del Trollstigen, el tour por el fiordo no decepciona en absoluto. Montes y muros, cascadas y caídas de agua... y lo que resulta más increíble. Alguna granja en pleno monte. La megafonía cuenta una divertida historia, de una granja en la que antiguamente tenían que atar a los niños para que no calleran al vacío y que recibieron la visita de toda la familia real hace unos años. La mejor anécdota, la del cobrador de impuestos que pretendió acceder a la vivienda, pero le cortaron la soga que servía de único acceso. Las mejores cascadas: Las siete hermanas (siete pequeñas cataratas) y la botella (con una imagen idéntica al vodka Absolut).
Y dejamos Geiranger. Con algo de nostalgia. Llevo hablando y oyendo sobre Geiranger los 3 años que llevo en Noruega, y una vez que se llega a un sitio del que se ha oído tanto, resulta difícil abandonarlo. Pero visto está, así que siguiente etapa. Pues la belleza continúa. En tan sólo 20 minutos, desde Geiranger, que está a nivel del mar, subimos a 2000 metros de altura. Con nieve hasta las orejas y, la verdad, frío. A pesar de ello, no hizo falta ponerse el jersey, y la foto en camiseta mola.
Pero más... y más... y más... Otros 500 metros, y lo más alucinante. Un enorme lago helado en pleno julio. Una maravilla de la Naturaleza. La Unesco declaró el fiordo de Geiranger patrimonio de la Humanidad, pero se debieron despistar y no vieron este lago.
Seguimos por la carretera 63, y al llegar al cruce con la carretera 15, giramos a la derecha en sentido Stryn / Maloy. Al llegar a Stryn, hay que tomar la carretera 60 en sentido Loen / Forde. Nuestro destino es Olden, sede de una de las fábricas de agua mineral más importante de Noruega. Aquí tomaremos fuerza para subir al glaciar el próximo día. En Olden hay que tomar una carretera que lleva a Briksdalsbreen.
Se puede dormir en una cabaña en los múltiples campings del camino, pero yo recomiendo en el que estuvimos nosotros, que es el más cercano al glaciar y permite tener el coche aparcado ahí mientras subes al glaciar. Sino, tienes que pagar aparcamiento. El camping se llama Melkevoll Bretun.
sábado, 5 de julio de 2008
Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 1
Salimos de Solbergelva, a las 3 de la tarde. Pasamos por Drammen y tomamos la carretera E16, en sentido Oslo. Se atraviesa Oslo y se toma la carretera E6, sentido aeropuerto Gardemoen (dibujito del avión) y Lillehamer.
El viaje planeado para hoy es de 495 kilómetros, y teniendo en cuenta que la media en las carreteras noruegas es de 70 km/h, hace un total de 7 horas, más la pausa para comer, cerca de 8 horas, que es lo que nosotros tardamos. En noruega es fundamental respetar los llamados Fotobox (caja fotográfica), lo que son radares fijos, de los cuales ya he hablado en otro de mis posts. Allí ya incluía una foto de estos aparatos, lo cual es de mucha ayuda. También es de agradecer, que aproximadamente un kilómetro antes de cada "ojo", hay una señal con una cámara fotográfica que advierte de la amenaza. Si te pasas unos 10km/h, la gracia cuesta entre 3.000 y 4.000 kr (1€=8kr, 1kr=20pts), y el viaje ya se pondría por un pico nada más empezar.
La primera localidad de paso importante es Hamar, destacada por su pabellón deportivo conocido como "El barco vikingo". Es fácil entender el por qué cuando se ve desde la distancia, pues representa tal cual un bote vikingo boca abajo. Llegamos a Lillehamer, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 1994, los cuales los españoles recordamos bastante porque estábamos con la resaca de nuestra Barcelona 02. Lillehamer tenía prevista una visita, pero entre que era un poco tarde, y que un villa olímpica de invierno, en pleno julio, pierde bastante, la pasamos de largo. Tan sólo merece la pena ver los saltos de esquí desde la distancia. http://www.lillehamer.com/
Al pasar Lillehamer empieza el despiporre de paisajes. Tiramos cerca de 30 fotos desde el coche. Más tarde tocaría borrar muchas, ya que las vistas mejoran a cada nueva curva. Paramos a almorzar a una media hora de Lillehamer, y, dios qué maravilla. Sacamos nuestra nevera, y las tostadas de pan con levepostei (paté), makrell con tomate (caballa) y huevos cocidos, saben mucho mejor cuando tienes delante montañas repletas de árboles, de esos que adornaron España allá por los reyes católicos. Seguimos el viaje al atardecer (en verano no anoche en Noruega, sólo "atardece"), y disfrutamos de una puesta de sol sobre una montaña nevada preciosa. Estas primeras nieves tendrían su foto, pero no serían nada comparable a lo que nos esperaba más arriba.Se sigue por la E6, en dirección a Trondheim. Al llegar a Dombås (que se pronuncia Dumbos, lo cual tuvo su consabido chiste estúpido), se abandona la E6 y se toma E136 en sentido Ålesund). Antes de llegar a Åndalsnes hay que tener cuidado, se debe girar a la izquierda por la carretera 63, donde hay un cartel que indica Trollstigen y Geiranger, pero hay que pasar por un pequeño puente por el que malcabe un coche. Parece imposible que sea un paso turístico, pero sí, lo es.
Seguimos avanzando. Ya son las doce de la "noche" y hay que buscar un sitio para dormir. Avanzamos hasta el último camping antes de llegar a Trollstigen http://www.trollstigen.no/ . Pero nosotros nos habíamos propuesto hacer una aventura de verdad y dormir en el coche. Llegó la primera sorpresa. Otra cosa a tener en cuenta. Cuando en Noruega veas una señal que ponga "peligro vacas", o "peligro alces", o "peligro cabras y ovejas", créetela, será verdad. Durante todo el camino se nos cruzaron multitud de animales, domésticos y no tan domésticos. Pero nuestras mejores amigas serían las vacas. Aparcamos en un sitio por el que nuestro cochecito le costó un montón e hizo salir humo del motor. Primero resultaba bucólico, escuchar los cencerros en lontananza, pero cuando estábamos dispuestos a sacar nuestra mesita de camping, empezaron a acercarse vacas. Y más vacas. Y más vacas. ¡Hasta once! Pero mejor que explicarlo, es ver el vídeo que grabamos.
Y claro, tuvimos que abandonar el lugar. Dimos marcha atrás hasta pasar la frontera de los animales. Esto es, rejas en el suelo que impiden que atraviesen. Ya es zona segura. Y realmente acertamos. Encontramos otro lugar inmejorable. Un llano para poner las sillas y mesa, un riachuelo de agua turquesa donde lavarnos, y una montaña con cascada donde relajar nuestros ojos. Fabuloso. Aquí hicimos nuestra particular cena. Comida nacional noruega: el pølse, lo que viene a ser el perrito caliente de toda la vida. Se calienta en el "engansgrill", barbacoa de usar y tirar, muy práctica e increíble que no se comercialice en España. Bueno, quizás no tan increíble si atendemos a nuestra tasa de incendios. Acompañamos tan "exquisito" manjar con un buen vino. Bueno vino por la hora y el lugar que era. En noruega es normal comprar cajas de tres litros de vino. Vienen con un surtidor y al principio yo era muy crítico con ello, defensor de la pureza del vidrio y el corcho, pero una vez en ruta, se valora lo práctico. Y es práctico tener siempre un par de copitas de vino con la cena.
Y de aquí, al coche. Buen consejo, no intenteis dormir en el maletero de un coche, por muy Stasion Vagon que sea.