Una mujer que repartía alegría. Siempre decía "hola guapo, hola guapa" a todo el que se encontraba, regalando una sonrisa. Ahora yo intentó seguir el mismo ejemplo, aunque me está costando introducirlo en la cultura noruega. A veces cuesta entender que los piropos no son sólo para flirtear, sino para alegrar.
Una mujer a la que le gustaba hablar. Imposible ir al súper sin pararse cinco veces a saludar vecinos. E imposible acabar la compra en el súper sin contar la vida a la frutera y a la carnicera. De ahí creo que me viene a mí mi pasión por contar las cosas, aunque a veces puedan parecer sin importancia.
Una mujer centro de una familia. Mi casa siempre ha sido muy matriarcal, de la antigua escuela. Una gallina que cuidaba a sus pollitos. Hace tan sólo unos meses que me enteré que me estuvo espiando a la salida del colegio cuando yo tenía 12-13 años, para ver quienes eran los que me hacia lo que hoy llaman "mobbing", y que entonces no eran más que acosadores. Lo resolvió hablando con padres y profesores sin que yo llegara a enterarme.
Una mujer de carácter. Genio y figura. Mi última conversación con ella cuando la visite en Semana Santa fue tragicómica. "Te quiero mamá", le dije yo. "Ya,ya", dijo ella. "¿No me vas a decir tú lo mismo?", pregunté yo. "Sí, sí, pero lávate los dientes que te huele el aliento". Tócate los huevos.
No puedo sentir más que orgullo de decir que Berta es mi madre, que nunca será olvidada, y que siempre será amada.
TE QUIERO MAMÁ. TE PROMETO QUE ME ACABO DE LAVAR LOS DIENTES.