"La Ventana" vuelve con una nueva temporada y con ella "Todo por la radio" y las noticias de Noruega y Australia. Este jueves Laura desde Sydney y un servidor inauguramos la temporada con noticias entre curiosas y divertidas.
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En Noruega, la venta de vino y
licores sólo es posible en el monopolio del vino, que permanece cerrado en
fechas señaladas. El pasado lunes hubo elecciones locales y regionales y los
noruegos pudieron por primera vez comprar alcohol tras ir a votar. Los periódicos
destacaron tanto las fotos de los que acudían a las urnas como la de los
clientes del monolio que salían sonrientes de la tienda con su botella de vino.
Aún después de esta nueva reforma de la ley, los noruegos seguirán sin poder
comprar alcohol en Nochebuena, el día nacional y la fiesta del trabajo.
Esta semana ha comenzado el
juicio contra Gjermund Cappelen por la venta de 1,4 toneladas de hachís, aunque
se sospecha que ha podido llegar a introducir hasta 20 toneladas en 20 años. Es
posible que tenga una considerable reducción de pena porque además de confesar
sus crímenes, es el principal delator de una trama de corrupción en el interior
de la policía, que podría haber hecho la vista gorda. El lunes, en una rueda de
prensa improvisada en un descanso del juicio, reconoció que pensaba que jamás
le atraparían y que, “lamentablemente”, había vivido muy bien con los más de 13 millones de euros ganados por la
venta de hachís, pero dijo que ahora no tenía nada y que sus cuentas de Suiza
saldrían a la luz cuando el juicio lo demandase. A la pregunta de los
periodistas de si había vendido otros narcóticos, respondió que “jamás” porque
dijo que “la heroína mata”, algo así como que “la droga es
mala”.
El aeropuerto Gardemoen de Oslo
recibe unas 35.000 personas cada día y el control de seguridad tenía largas
colas como en casi todos los aeropuertos. Después de hacer una encuesta a los viajeros
sobre el nivel de satisfacción y recibir quejas decidieron enviar a sus
trabajadores a un curso de atención al público donde entre otras cosas se les
enseñó a cómo se debe sonreir. El aeropuerto de Oslo ya había incluido un paso
rápido para clientes VIP y una puerta especial para familias con más colorines
y más sonrisas, pero decidieron que la sonrisa es un derecho para todos y
debería extenderse a los 700 controladores de
seguridad del
aeropuerto. Su objetivo es conseguir que el viajero tenga una buena experiencia
y un buen recuerdo del control de seguridad. En contra de lo que algunos
pudieran pensar, esta satisfacción no proviene de un mejor cacheo, sino de que
han empezado a sustituir esta forma de control por un detector de partículas contra explosivos que evita el
registro corporal. Desde que pusieron en
marcha la experiencia a principios de verano, han recibido un 99,9% de respuestas
satisfactorias de los clientes y el tiempo de espera está entre un máximo de 15
minutos y un récord de tan sólo dos minutos.
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